No sería hasta varios años más tarde, tal vez cuatro, cuando los redescubrí. Entonces competí con mi hermano mayor por ver quien se sumergía más rápidamente en ellos. Aprendí a ver África con nuevos ojos, a sentir su llamada. Desde la mítica Opar hasta las sabanas. Desde la lujuriante selva del Golfo de Guinea hasta los mares de dunas del Sáhara. Y los peligros de la civilización.
Tarzán fue, verdaderamente, mi primer héroe. Pues sólo existía en mi imaginación, no había ninguna imagen válida, ningún prototipo que se acercada a los que mi pensamiento había creado.
Viví en África mucho tiempo, no sé si demasiado. Mi mente era un mundo mucho mas vivo, real, que el gris exterior. En algún momento me volvía a perder, y regresé a esta vacuidad, a esta ausencia de colores, de sabores: de anhelos.
El año pasado estuve en el corazón de la selva más verde y húmeda. No fue como soñé, pero ahora, después de pasado más de un años, me doy cuenta de lo enriquecedora que fue la experiencia, de lo majestuoso que es ese mundo. Y de como se nos escapa de las manos, rápidamente, sin saber evitarlo.
Hoy he visto la película "Greystoke, la leyenda de Tarzán". He vuelto a mi niñez, he regresado a África. Siento añoranza. Y pena, por esas magnificas bestias que son los gorilas y que se nos van. No tiene ningún sentido.